Uno de los acontecimientos que recuerdo con alegría de mi infancia es la historia de los Tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. Era algo fascinante quizás por lo insólito de su recorrido, las estrellas del Oriente y los regalos que le llevaron al Niño Jesús.
Con los años entendí que quizás ni eran tres, ni la historia lo tiene claro pero aprendí el significado de las ofrendas dadas a Jesús de Nazaret: mirra, incienso y oro.
El primero, la mirra la entregó Melchor. Es una sustancia rojiza y con olor muy común en el medio Oriente y representó la humanidad de Jesús.
El segundo que es incienso lo entregó Gaspar. Es una mezcla de resinas aromáticas que se calientan con aceites para que al arder se transformen en un humo fragante y simbolizó la divinidad de Jesús.
Y el tercero, Oro lo entregó Baltasar, como se sabe es conocido por ser el más precioso de los metales. Representó a Jesús el Rey de todo lo creado, del universo. Los obsequios no fueron casualidad… representaron todo lo que vivió y es nuestro Señor Jesucristo, para los que somos católicos.
En lo personal, hoy era el día que de niña esperaba los regalitos que quedaron pendientes y que llegaban con los Reyes Magos. Con mis hermanas y los vecinitos del barrio estábamos listos para celebrar, comer, jugar, reir y culminar la Navidad.
Con los años que he vivido fuera de mi tierra natal he aprendido de otros. Es interesante cómo todos celebramos y en algunos lugares como en México tienen de costumbre el Roscón de reyes que consiste en un pan de masa dulce redondo adornado con frutas cristalizadas y está relleno de nata, crema o chocolate. En su interior se le esconde un “muñequito” puede ser un niño, una virgencita o San José y a quien le salga le toca pagar los tamales el 2 de Febrero, día de la Virgen de la Candelaria.
No importa de dónde vengamos hay que celebrar y continuar las tradiciones o adoptar otras costumbres como la buena idea del roscón. Feliz día!